sábado, 8 de mayo de 2010

EN UNA DEMOCRACIA NADIE AUMENTA SU VIRTUD PERSONAL POR SOLO SABER LEYES, SI A SU VEZ ES INDIFERENTE A LA MORAL Y LA ETICA

LA DEMOCRACIA LIMPIA SIN CORRUPCION, NECESITA DE HOMBRES Y MUJERES CON FIRMES CONVICCIONES MORALES
SIN HOMBRES INTEGROS NO HAY DEMOCRACIA
Los actuales laicistas y los defensores de la dictadura del relativismo –que son los mismos- amenazan a la democracia, pues ésta no es posible a medio plazo sin hombres de convicciones morales firmes que la sustenten. La democracia es un producto exquisito para defender institucionalmente la libertad, garantizando un recambio normalizado y periódico de los gobernantes y limitando el poder al dividirlo entre distintos órganos. Al basarse en hombres libres y razonables que con su voto eligen, sólo puede funcionar si un porcentaje significativo de esos electores son de verdad razonables y libres, es decir, gente que analiza racionalmente la realidad, se forma criterio sobre lo valioso y lo no valioso (lo bueno y lo malo) y se compromete en sus actos –también a la hora de votar- con lo que merece la pena. La democracia, para subsistir, necesita que el sustrato moral que hace viable a una sociedad nazca de los propios ciudadanos libres.

Ni el poder ni el Derecho pueden crear ese sustrato moral necesario para hacer viable una sociedad; lo presuponen y pueden ayudar a su permanencia y fortalecimiento, pero no lo crean. Nadie aumenta su virtud personal por estudiar las leyes vigentes; en caso contrario, todos los abogados seríamos santos y los catedráticos de Derecho santos canonizables (y es obvio que no es así). La democracia exige, como ningún otro régimen político, hombres de convicciones morales firmes pero no los genera; los presupone. Por eso las democracias han arraigado en sociedades de fuerte inspiración cristiana. El humus cultural del cristianismo ha permitido entender la libertad y ha dado el soporte moral imprescindible a las sociedades democráticas.
La libertad es viable como inspiradora de la organización social si la sociedad está formada en cuantía significativa por hombres capaces de ejercer su libertad de forma razonable y responsable, es decir por hombres de fuertes convicciones morales. Las personas con convicciones morales firmes –de base religiosa o no- no solo no son un peligro para la democracia sino que son su condición sine qua non. El moderno laicismo relativista, al pretender excluir de la vida pública a estos hombres, ataca los fundamentos de la democracia y la hace inviable.

Los procedimientos formales de la democracia (las elecciones, las mayorías, el consenso) no permiten acceder a la verdad ni a la moral. No sirven para eso. Sirven para decidir quien gobierna o para establecer normas, pero no garantizan por sí mismos que el gobernante sea sensato ni que las normas sean justas. Una mayoría de liberticidas puede dar lugar a un gobierno y unas leyes liberticidas, elegido aquel y aprobadas éstas por procedimientos democráticos pero uno y otras inhumanos. Esto sucedió con Hitler. El procedimiento de decisión no es la garantía del resultado justo; la garantía son los hombres justos decidiendo. Por eso la democracia necesita hombre y mujeres de fuertes convicciones morales. Estos no solo no son un peligro para la libertad sino que la garantizan.
Benigno Blanco desde España

No hay comentarios:

Publicar un comentario